Antiguos amigos.

Echar la vista a atrás, ver todo y todos los que has dejado atrás, todas las cosas que antes eran esenciales, todas las personas que pensabas que no podrías vivir sin ellas, todas las risas y llantos que esas personas te aguantaron... Y ahora, darte cuenta que ya nada es como antes y que nunca lo volverá a ser. Darte cuenta que esas personas que te ayudaron a cambiar de niño a adolescente ya no están ahí para aguantar tu adolescencia, que hay otras, quizá mejores, quizá peores... pero otras. Y que con esas personas que tan amigas eran ya todo cambió, ya ni habláis, os saludáis, con suerte... Intentas volver a hablarles y te das cuenta que ya ni siquiera te caen bien, que son unos imbéciles y que todo lo que un día hicieron por ti jamás se te olvidará, pero lo más probable es que no vuelvan a mover un dedo por ti, ni tú por ellos. Como si poco a poco todos hubiéramos tomado rumbos diferentes con gente muy diferente y nuestros caminos no nos dejan unirnos aunque realmente, la verdad, es que no queremos unirnos a esos primeros amigos que tuvimos un día y que ahora ya no lo son.